Empecé a "jugar" con el fimo en noviembre del año pasado. Todo surgió debido a mi gran tiempo libre y que los minutos me parecen horas cuando no tengo nada que hacer. Busqué información, me empapé de revistas y vídeos, y empezaron a salir las primeras figuras. En ese mismo momento es cuando me enganché y ya no había marcha atrás. Cada día se me ocurría un nuevo reto, una nueva figura que crear con mis manos. Y ahí estaba yo, pasando las tardes haciendo figuritas, cual niño juega con la plastilina en el colegio (que en casa mancha mucho). Qué sensación más placentera, y qué de recuerdos me venían a la mente. Todos buenos.
En casa se quedaban sorprendidos del parecido que tenían las figuras con la realidad. - ¡Anda! ¡Qué mariquita más graciosa!. ¿Y esa cosa azul? Me suena de la tele. - Sí, es el monstruo de las galletas. - ¡Ah! ¡Es verdad! Ya decía yo que me sonaba... Y, ¿alguien más sabe lo que haces? ¡Tienes que enseñárselo a la gente, que lo mismo les gusta y te lo compran! - :O Esa fue mi cara de asombro (más o menos) al pensar que mi hobby, mis horas muertas haciendo figuritas como si estuviera todavía en infantil, podría llegar a gustar a los demás tanto como para querer comprarlo. Así que cree un perfil en Tuenti y otro en Facebook (ya que me hago llegar, que llegue a todos, sin exclusión de edad). Subí las fotos de mi primera tarde con el fimo, y al día siguiente tenía "me gusta" y hasta comentarios de lo bonito que eran, y de lo artista que soy. Ya ves, ahora me dicen que soy una artista, cuando estuve toda una semana, con sus mañanas y sus noches, pensándome el hacer público "mi arte" o no.
Así que ahí es cuando empezó mi perdición. Todas las tardes tenía una nueva figura que hacer, con sus posteriores fotos, y publicación en Internet. Y llegaron los primeros pedidos, de la familia y amigos, claro está, pero eran pedidos. La gente iba a pagar dinero por mi nuevo hobby, mi nueva afición. Aunque la felicidad que siento al hacerlo no tiene precio. Y la satisfacción de saber que gusta, mucho menos.
Del fimo pasé al cuero para dejar descansar un poco el horno, entre otras cosas. Aquí es cuando mi perdición creció y creció. El fimo no tiene ni punto de comparación con las horas que puedo llegar a echar para crear pulseras. Tanto que tengo una montaña de folios en sucio (de esos que te sirven y cuando te equivocas al escribir o has imprimido hasta dónde no debías, en vez de hacer una pelota y tirarlos a la basura, te los quedas. De esos!) llenos de ideas, de dibujos con los modelos de pulseras que se me van ocurriendo a la vez que tengo el cuero en mis manos. Ideas que no puedo dejar escapar, porque el día que tengo "tiempo" no se me ocurre qué hacer, y cuando tengo que hacer, es cuando empiezan a volar todas las posibilidades que puedo darle a ese nuevo abalorio que compré. Ideas que ni yo misma entiendo cuando cojo el folio. Unas van en horizontal, otras en vertical, hasta en diagonal. En lápiz y en todos los colores de bolígrafo para que se entienda que son de diferentes días... Y luego en casa te dicen - Hija, yo no sé qué apuntas tanto. ¡Te pasas el día apuntando! :) (Yo soy de esas personas que cada día al levantarse necesita hacer una lista de "to do", una lista con los cosas que deberías hacer a lo largo del día, sólo por sentir la satisfacción que da al tacharlo. ¡No sabéis cuanto!)
Asique mi tiempo libre se basa en hacer pulseras, las cuales pasan por el estudio fotográfico para luego poder subirlas a Internet, a la espera de que gusten y, si cabe la posibilidad, las compren. De ahí viene este blog, en el primer aniversario de mi nueva afición, para que veas en qué he invertido mi tiempo en estos últimos doce meses.
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